No se por donde empezar. Intentaré explicar como han sido los últimos meses utilizando palabras de otra madre que relataba perfectamente mi historia personal. He hecho un mexclete y aqui está mi historia:
Volverse madres tiene la particularidad de que hace aflorar a la superficie a la niña que fuimos. Así que no sólo acogemos a un bebé en nuestro cuerpo, y después (post parido) en casa, sino que de repente nos encontramos con un cambio interno que a menudo (y sin que seamos conscientes de ello) procede de que "nos salió la niña" a la superficie.
Cuando ésta niña está bien, integrada, equilibrada, y ha vivido la maduración acorde a lo que ha sucedido (volverse madre), no suele haber mayor problema.
Pero si la niña estaba muy mal, la niña que fuimos...ahí salen los líos. Por ejemplo, a mí me sucedió en los primeros meses que, a pesar de estar super concienciada de mi rol de madre, a pesar de estar apegadísima a mi bebé y de amarlo con locura, cuando fueron pasando noches y noches de mal dormir, y los días eran todo tener al niño encima y apenas tiempo para ir ni al baño, se me rompió el equilibrio. Y empecé a vivir momentos fugaces (como relámpagos horribles) en los cuales le miraba mal. Como si fuera un incordio o mi enemigo. Lo cual, claro, me hacía sentirme fatal y horrible.
Ahora, poco a poco, Andrea me hace ver la vida de manera diferente. Mis prioridades han cambiado y esa niña que sale de vez en cuando, con su llanto, con su odio de no haber recibido aquello que necesitó en su momento, es comprendida por mi Yolanda Madre. La Yolanda madre intenta mimarla cada día, porque cuando mimas a tu niña interior mimas a tus hijos. Tus hijos se sienten mejor contigo y en bajito te dicen:
- Gracias mamá por quitarte ese peso que llevabas encima porque me hacías que a mí tambien me pesara.
Total, no era lo buena madre que siempre pensé que sería. Hasta he llegado a preguntarme ¿De verdad yo era una mujer adulta y saludable, capaz de criar con amor? Más bien me descubría monstruosa. Mejor sería para todos que me muriera o que desapareciera.
Claro que en mis ratos más lúcidos, me daba cuenta de estas fantasías y de lo dañinas que eran, y quería sanar todo, cambiar, liberarme. Pero la constante demanda del niño impedía que yo tuviera "mis ratos para mí", esos ratos de silencio y soledad que, desde hacía años y hasta que fui madre, tenía cada día sin falta.
Leyendo a Laura Gutman (maternidad y sombra) me di cuenta entonces de que el asunto tenía que ver con mi niña interior. Mi pasado tenía puntos muy negros ( represión, desprecios, maltrato, o sea todo el menú de cosas chungas que cuestan de superar).
Entonces comprendí que hasta entonces yo me sentia muy equilibrada y maravillosa porque mi niña interior había encontrado un equilibrio, un consuelo y un aliciente en mi vida "interior" (esos "ratos para mí"...) y en mis rutinas diarias de vida feliz : ir al gimnasio, mi ratito para meterme en el ordenador, un ratito para leer un libro, para hacer un cuadro, para limpiar y ordenar la casa, el ratico de la cena donde más relajada me quedaba o quedar con una amiga... Pero ahora que todo eso era imposible, o muy difícil, y que toda yo estaba sumergida en el estrés físico (porque realmente pasaba horas sola al principio con el bebé y no me daba tregua ni para ducharme, o yo no sabía cómo hacerlo) pues al carajo el equilibrio. Y mi niña interior, que al parecer no estaba tan sanada ni equilibrada como yo había pensado, sino solamente "consolada" y "distraída" con mis "juegos de adulta", pues salía a la luz de manera feroz.
Y descubrí que era mi niña quien miraba mal al bebé. ¡Lo que yo padecía era una mega rabieta infantil!
MI niña pequeña interior decía a mi hija:
- Eso, eso... encima que lo he pasado mal en la infancia, ahora no me dejes ser feliz, ahora no me dejes OCUPAR mi espacio para que no vea lo negro que es mi pasado.
Me he estado juzgando muy duramente, es como si machacara a mi propia niña interior una y otra vez (tal como lo hicieron algunos de mi familiares) diciéndole que sus sentimientos eran inadecuados y no tenía derecho a sentirlos. Esto la hizo pasar de la rabia a la depresión:
"Qué sentido tiene esta vida, no soporto estar viva, no sé qué hacer conmigo misma, con mi dolor y mi enfado.
Yo SABIA perfectamente lo que es que te traten mal, y no quería REPETIR esa agonía con nadie, pero como me sentía INCAPAZ de manejar mis emociones y me veía a punto de repetir, entonces me quería dar al "botón" de "off". Quitémonos de en medio. Pero no pensando en el suicidio, no. Era con otro fenómeno asociado a esto: "desconectaba" a ratos de todo. Estaba como en piloto automático, ausente. Me programaba para atender a la niña, me reía sin ganas, le cambiaba el pañal, le daba el pecho o ahora el biberón, etcétera, pero no estaba plenamente ahí. Era a ratos como un robot cumpliendo lo que se espera de ella, pero sin pasión, ni goce, ni felicidad...nada. Encima mi marido esperando que pusiera buena cara, porque él también arrastra su propia sombra: la de tener que ver la vida de manera maravillosa, no permitiéndose nunca llorar, no permitiéndose ni un error, ni un fallo, ni una sola lágrima. Y su sombra, la sombra de mi marido también penetraba en mí. ERa como que se volvían a repetir en la relación con mi marido cosas de mi infancia:
Se esperaba de mí una sonrisa ante LA GRAN MIERDA que yo como niña estaba viviendo o reviviendo (en este caso al ser madre).
Mi energía, mi espíritu, estaban huyendo a otras partes donde se sentían más seguras, más felices, de otra manera. A menudo me daban ganas de llorar y me preguntaba si ser madre era esto. Si ser madre era verse destruída y aniquilada por dentro de esta manera. Si no me habría equivocado, si no hubiera sido mejor no haberme quedado embarazada...
Me veía y aun me veo como una niña caprichosa que solo necesitaba cosas, necesitar, necesitar... pero qué clase de madre soy, que solo quiero tiempo para mi???
Ahora, en mi terapia me dicen que debo ATENDER a mi niña interior. Debo darle todo el protagonismo que necesita. En lugar de reprimirla o reñirla (que eso era lo que yo había vivido siempre, y solo me había dañado) debo darle un micrófono, sentarla en plan "estrella" e invitarla a contar todo lo que quisiera, sin censurarla lo más mínimo.
Resulta que mi niña cuenta que lleva mucho odio dentro, que no perdona a su madre por no haberla acunado, por no haberla escuchado, por no haber estado ahí en tantos momentos de su vida.Mi niña sentía que quería morirse cuando era bebé (por la forma de criar de mi madre...tan nerviosa, tan impulsiva, tan egoísta, tan centrada en sí misma, tan agresiva...) pero resultó también que hubo una parte de mi que no quiso morirse, sino vivir. Entonces se produjo como una disociación o una ruptura. Desde entonces, quedó a la vista mi parte vital, optimista, maravillosa. La parte de reir a carcajadas, salir de fiesta, ir al gimnasio, trabajar duramente...
Y se escondió como por detrás la parte que se quería morir o que hubiera preferido la muerte, pero no lo había logrado porque "la otra" quiso vivir. Esa, la niña deprimida, se había ido quedando arrinconada...y se había transformado en una especie de monstruo de odio, resentimiento, ira y desconsuelo.
Pero todo era por falta de amor, cariño, apoyo, expresión. Y en eso estoy, en un proceso de reconocimiento y experimentación de la hondura del sufrimiento de mi niña y elijo ABRAZARLA. Debo abrazarla cada día para poder volverme más ADULTA. Enitendo que yo, como adulta, debo hacerme cargo TAMBIEN de mi niña interior. Tengo que asumir su mal estado, cuidarla, animarla, darle compensaciones. (Casi como cuando tienes un segundo hijo y el primero está celoso)
Ser adulta no es negar la niña que fuiste, sino ser capaz de integrarla, sanarla y atenderla, de modo que poco a poco ella se recompone (hablo de niñas con traumas, claro está) y deja de interferir en el rol maternal. Te vuelves madre completa porque ya "toda tú" puedes cuidar a otro pequeñín. No te tienes que dividir entre tu hijo y tu niña interior, o al menos tu niña ya no se pelea ni agrede emocionalmente a tu hijo. Suena retorcido, pero yo lo viví así.
Cuando abrazo mentalmente a mi niña, es la catarsis. Empiezo a llorar...de una manera...Dios mío, cuánto dolor sale de mi ser, de mi corazón.
Era como si se me desclavaran púas de acero del pecho, tremendo y liberador.
Entonces entendo que en esos momentos de aceptación total, mi niña se muere. Por fin se muere, que era lo que siempre quiso hacer. Sólo que no literal y físicamente, sino por un cambio. Es decir, estaba transformándose. Dejaba de ser aquel pequeño monstruo resentido y envidioso...y soltaba su fijación, su obsesión. Era un "morir" que era una muerte interior, debida a una metamorfosis o transformación. Es tan, pero tan liberador...
No todos los días comprendo a mi niña. Pero cuando me abro un poco y la escucho entonces OCURRE
¡Empiezo a GOZAR verdaderamente del apego, a sentirme feliz de pasar el tiempo con mi hija, de llevarla en brazos, de pasear, de verla crecer! Es mágico. Y sin importarme mi tiempo privado.
Supongo que a medida que mi hija crezca, iré conectando con etapas diferentes de mi propia niña, y saldrán otro "marrones". Por eso se que no puedo bajar la guardia, aunque ahora me siento más segura y he logrado ser una mamá no deprimida en la mayoría de las ocasiones, lo cual para mi hija es una ayuda enorme. Porque no basta con no pegar o no gritar, sino que además es bueno que nosotras, LAS MAMAS; seamos más felices. Por nosotras, pero también por los niños.
Después de todo este rollo introspectivo, paso a la parte práctica, que es la que me viene ayudando desde entonces. Como he asumido que tengo carencias internas y que probablemente mi niña interior aún no está del todo bien (o sea, otras partes de mi ser infantil) he optado por no darle el cien por cien del tiempo y atención a mi hija. Puede que esto sea criticado por otras mamis que no han vivido lo mismo, pero yo lo veo así: cuando tienes una niña interior traumada y demandante, si le das todo, todo el tiempo a tu hija/o y te niegas y reprimes tooodo el santo día, la cosa acaba mal. Porque tu niña también necesita su espacio y su tiempo. Y si no tiene nada para sí misma, cero patatero, se te rebelará, suscitando ira, resentimiento, enojos desproporcionados, o una franca depresión (pues ella deduce que no tiene derecho a existir o a ver satisfechas sus necesidades).
La receta que a mi me funciona para solventar de momento esto es buscar una cosa, aunque sea solo una, que me guste hacer, que me venga bien realizar o vivir, y que sea posible realizarla en el día a día. Quiero decir algo que le guste "a mi niña", ¡no a la adulta, que es la que acapara todo el resto del tiempo! Por ejemplo, cuidar a mi hija y entregarme a ella completamente me gusta a mí, a la adulta, pero los niños pequeños y demandantes, ya se sabe, a veces lo que prefieren no es cuidar a otros sino recibir atención ellos mismos en exclusiva. Entonces, en mi caso, por ejemplo descubrí que me sería mucho más fácil todo si volvía al gimnasio dos o tres partes a la semana un ratito. Si tan sólo pudiera volver a eso...Era curioso, pero mi niña, con el gimnasio se queda fina como la seda. Yo ya no pedía tener horas para mí, ni paseos solitarios, ni ratos de hacer el amor con mi pareja sin prisas...aguantaba todo eso bien, me bastaba con siquiera media hora o una hora de decir: Aquí me paro, me salgo del "mundo maternal" y simplemente disfruto de la bicicleta, me evado en el ambiente anónimo y desimplicado del hogar (viendo cacharros sucios y la faena por hacer). Un sitio donde en lugar de prestar atención a tu familia y tu pequeño mundo, se la prestas al mundo exterior...noticias, cotilleos...historias ajenas...gente que entra y sale, que va y viene, que te cuentan su vida...¡ahhhh que alivio...!.
Qué tontería, ¿no?...un ratico dos días a la semana....Pero cada una sabe sus cosas y de verdad que eso, para mí, es mágico. (Así que como otras mamis han dicho pro ahi, lo de salir de casa es CRUCIAL para mí) Había dejado de fumar, de beber, la medicación que estaba tomando para la ansiedad con el embarazo y estaba hasta hasta el gorro de prohibiciones.
Los días que lo hago me recomponen de una manera increíble. Después las cosas han ido mejorando progresivamente. Ahora a veces hasta voy a los sitios con mi hija sin que me entre la ansiedad de... ayyy que le pasa, porque llora, será que tiene hambre, será que tiene sueño...Cuando era bebé lloraba todo el rato salvo que pasearas, y era muy duro, porque no podía pararme casi en nngun sitio. . Otros días, si mi pareja tiene tiempo pues si tengo mi ratico retomo otro de mis vicios, que aquí se ve claro: ¡ESCRIBIR!
Se que una madre PERFECTA, ese ideal que no sé si existe en esta tierra (?) no debería necesitar separarse de su hijo un rato para lograr su equilibrio. Pero aquí ninguna somos madres perfectas, ¿no? Yo desde luego he asumido mis límites, y desde entonces soy mucho más feliz. Y le doy compensaciones a mi niña interior. A veces hasta hacemos algún extra, como salir a algún lugar que le guste "a ella", o comprarme un pastelito. Y ya está, que menudo rollo he soltado. Todo para decir a otras: No os avergoncéis de tener NECESIDADES e intentad satisfacer al menos alguna de ellas, ¡al menos durante un ratico! Porque vuestros hijos no solo necesitan que no les peguéis ni gritéis, sino también veros felices.